La arquitectura para ser arquitectura debe servir a la sociedad. Es un bien social y sería una quimera pensar en una arquitectura asocial puesto que su génesis profunda radica en la satisfacción de necesidades biológicas, psicológicas, sociales y espirituales del hombre las cuales conforman en Valor Vital, es por eso que desde Vitubrio hasta Villagrán el valor social de la arquitectura se integra al Valor Ético de la misma.
“La realidad de la arquitectura es su concreción material, materialidad que ha sido imaginada, proyectada y conformada por el hombre (social) en función de concretas necesidades sociales. El uso o utilidad de la arquitectura, por lo tanto, se produce social-históricamente, y la valoración que la historia (el hombre) da a la arquitectura está en función en primera instancia, del carácter temporal de la eficaz funcionalidad de la obra para su tiempo, para la sociedad que la produjo. Pero eso no es todo. La obra arquitectónica como toda obra de arte, es polisema, produce a través de su lingüística múltiples significados y a ese carácter debe su vida social, su existencia histórica (Rangel, 1976)”
El Valor Social entendido como el concepto de lo social en la arquitectura, debe ver más allá de una mirada antropológica arquitectónica y debe dar justicia social mediante un producto arquitectónico, espacios donde se advierta, la organización el diseño y la sabia adecuación al medio ambiente, y donde se fundamente este valor social durante todas las etapas de la obra arquitectónica, desde el proyecto, la construcción y su uso por los habitantes.
El arquitecto desde el proyecto ha de prever el futuro de su obra, desde el cual está dando forma a la sociedad a partir de estimular o restringir determinados comportamientos, es aquí donde radica uno de las principales formas del Valor Social, la de guiar a la sociedad hacia un fin. En este sentido, buena parte de la labor profesional del arquitecto, de su sentido y finalidad, depende de la visión social y cultural de la educación que él promueve a través del proyecto arquitectónico.
“De este modo, el proyecto y la construcción del espacio vital ha de favorecer el desarrollo social y cultural de una comunidad, articulando las cualidades individuales del proyecto (sus aspiraciones estéticas, sus necesidades funcionales específicas, la disponibilidad espacial, temporal y económica del usuario, etc.) y la “capacidad colectiva de representar un diálogo” en el que se incorporan de una forma contextual lo propio del lugar, lo existente, con lo nuevo; un usuario distinto con sus nuevas necesidades pero también con aportes materiales y culturales que pueden contribuir a enriquecer la calle, el barrio, la misma vecindad” (Geuna, 2012)
Los valores sociales encuentran su máxima expresión en los códigos de comportamiento que cada sociedad se impone a partir de leyes, usos y costumbres aceptados por la generalidad, valores como el Respeto, Solidaridad, Cooperación, Responsabilidad, Comunicación, Igualdad, Justicia y Libertad, son algunos de los elementos que conforman el grupo de valores sociales que deben estar presentes en la comunidad y los cuales deben ayudar a satisfacer al hombre sus necesidades fisiológicas y psicológicas.
El espacio urbano arquitectónico tiene como objetivo primordial ser un hábitat donde se cumpla la función de instrumento de cambio en el desarrollo del individuo y su medio, lo que se traduce en un constante progreso social en su afán de lograr una mejor calidad de vida. Es responsabilidad del Arquitecto fomentar la creación de estos valores sociales, para cumplir con este fin de la arquitectura, y como arte cumplir con la obligación de Expresar, Comprender y Comunicar. Expresar estos valores como el respeto hacia sus habitantes, comprender sus necesidades y forma de uso, darle soluciones físico - espaciales y comunicar el sentir de cada individuo que conforma esta comunidad. Esta afirmación la podemos ver en el siguiente planteamiento de Muntañola:
“En el juego de la imaginación del arquitecto está la posibilidad de que, al menos, se puedan proyectar, si no construir y habitar, lugares dignos de los grupos sociales de hoy. Porque estamos suponiendo que el cerebro del arquitecto no es únicamente un amasijo de material electroquímico sino la sede capaz de imaginar “culturas”, con edificios y ciudades que estimulan unos intercambios sociales más que otros desde unos espacio-tiempos concretos.” (Muntañola, 2011)
Estos intercambios sociales que plantea Muntañola deben buscarse desde la concepción del espacio urbano arquitectónico, no solo desde la visión de esta como el elemento que ofrece un espacio de cobijo de una familia o un grupo social determinado, sino con la idea de la creación de un “Lugar”, concepto relacionado desde el punto de vista del habitar en el sentido que expresa Heidegger y que se refiere a la forma misma de ser hombre en la tierra. Para Heidegger la arquitectura por esencia está basada en la idea de lugar. Según el texto de Heidegger, “Construir, Habitar, Pensar”, los espacios reciben su ser esencial de las localizaciones y no del “espacio” (...) los espacios donde se desarrolla la vida han de ser lugares. (Suarez, 2002) Cuando Alberti indica que lo más importante al elegir un lugar para vivir son los “vecinos”, apuntaba en la misma dirección, ya que la estructura espacio-temporal y socio-física, que es un lugar, tiene en el intercambio social, intersubjetivo, su aspecto más singular. La arquitectura cualifica este intercambio y el proyecto, lo quiera o no, toma partido por un intercambio más que otro. (Muntañola, El dialogo entre el proyecto y el lugar. Un reto para la arquitectura del siglo XXI., 2011)
El no comprender la importancia de la íntima relación entre hombre y medio ha provocado trágicas consecuencias en el pasado, es aquí donde radica el interés del concepto de lugar en la búsqueda de fomentar los Valores Sociales, ya que el uso de este concepto obliga al proyecto a introducir elementos que provoquen el intercambio entre lo físico y lo social. En esta relación que existen entre el espacio urbano arquitectónico y el usuario que lo habita es lo que da origen a la formación del lugar a través de la interacción de las variables que lo conforman: un espacio con características físicas y tipológicas y la identidad, que se va conformando a partir de la relación establecida entre ese espacio y el usuario, que lo usa, lo habita y se lo apropia en el tiempo. El espacio urbano arquitectónico como objeto en sí no es absolutamente nada, solo se convierte en tal cuando es habitada, puesto que es sólo en este suceso en el que adquiere sus propiedades esenciales. Es precisamente en el acto de habitarla en el que adquiere su Valor Social, es en su utilidad social donde adquiere este valor de uso. La actividad profesional del arquitecto en el diseño de espacios urbano arquitectónicos debe estar orientada a la construcción de lugares, y no solo enfocarse en la solución de aspectos funcionales y utilitarios, sino también el desarrollo de valores capaces de sensibilizar a las personas a través de formas espaciales, entendiendo desde un inicio las razones que conllevan a la creación del lugar, la historia, la cultura del lugar y sus habitantes, sus uso y costumbres, etc.
“La trama configurativa de una ciudad o de un edificio se comporta como un cronotopo[1] materializado que articula el proyecto con el habitar o uso. Para cada persona esta articulación puede tener un distinto significado y producir un habitar distinto, pero no es una articulación arbitraria e indiferente, sino cultural y socialmente motivada.” (Muntañola & Muntañola, 2010)
Para lograr esta configuración del espaciotemporal que plantea Muntañola el arquitecto debe situarse en la mentalidad viva del usuario durante su tarea proyectiva y constructiva e interactuar con estos para apoyar y sustentar su trabajo para que de esta manera alcance el Valor Social. El Uso del Espacio Urbano es una de las expresiones culturales del comportamiento social y las interrelaciones públicas entre los individuos.
“No sabemos de qué forma ni en qué medida un proyecto alterará los patrones de conducta de sus futuros usuarios, a la vez que tampoco sabemos de qué manera y en qué medida los hábitos y costumbres de uso de una comunidad inciden sobre un proyecto” (Trujillo, 2010)
Mediante este análisis se pretende entender como el espacio urbano arquitectónico favorece o no la creación de la identidad, ya que ciertamente los comportamientos de las personas y el uso que hacen de un espacio tienen su origen, al menos de manera parcial, en las características físicas del lugar. El reto está en construir un Hábitat para la sociedad que respete y tome en cuenta los valores y elementos culturales de la misma, no en plantear propuestas urbano arquitectónicas alejadas de la realidad objetiva, tradiciones culturales y sociales, sino más bien que tomen en cuenta a los usuarios, sus usos, costumbres y necesidades para que así este se la apropie y la habite.
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[1]El cronotopo es la unidad espacio-tiempo, indisoluble y de carácter formal expresivo. Es un discurrir del tiempo -cuarta dimensión-, densificado en el espacio y de éste en aquel donde ambos se intersecan y vuelven visibles al espectador y apreciables desde el punto de vista estético. Para Bajtín, las nociones de espacio y tiempo son generadas por la materialidad del mundo, y hasta pueden ser objetivables para su análisis. La noción de "cronotopo" que Mijaíl extrapola de la física, expresa el carácter indisoluble del espacio y el tiempo, que, concebidos en vinculación con el movimiento y la materia, se configuran como sus propiedades, y, así, el tiempo puede ser una coordenada espacial: la cuarta dimensión del espacio.